(1943)
de Preludio lírico
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Anoche me acosté con un hombre y s… Las constelaciones nada saben del… Sus besos eran balas que yo enseñé… Hubo un paro cardíaco. El joven
Ese que no dejó de ser mi amante y al que le debo siempre sepultura… uno a quien nunca quise lo bastant… aquél, obra de sueño, conjetura... Alguien me jugó a nada y tuvo suer…
Seis de la tarde y del oro. La arena como mojada por una blancura alada. ¡Si llego a tocarla, lloro! Alma y nube conversando
Voy perdiendo los días de estar so… los días recién buenos ahora descu… ahora que se van, y una tristeza hija de mi tristeza… me borra lentamente las ganas de s…
Ya tuve esta neblina que pesa como… ya tuve este delirio, ya tuve este fantasma y lo creí pe… ya tuve casi el sueño, y agonicé de pronto sin cerrar la…
Yo no tengo tu modo de mirar a la… ni tu ademán dispuesto en flor sob… a mí me duelen las mariposas muert… y los atardeceres con familia mora… Pero tú, que eres triste como para…
Te mando ahora a que lo olvides to… aquel seno de nata y de ternura, aquel seno empinándose de un modo que te pudo servir de tierra dura; aquel muslo obediente pero fiero,
Matanzas: bendigo aquí tus malecones mojados, los árboles desterrados del Paseo de Martí y el eco en el Yumurí.
Como agua pequeñita, como aurora resplandeciendo así sobre la cara, como un signo de Dios que se secar… para borrar su marca ya incolora; como un cristal alegre que demora
No voy a nombrar a Oriente, no voy a nombrar la Sierra, no voy a nombrar la guerra –penosa luz diferente–, no voy a nombrar la frente,
Yo venía con una paz solemne, con una fiebre de pascua recobrada… fija al dolor no obstante, y ya estabas allí: pálido papel para mis besos,
Adiós, locura de mis treinta años, besado en julio bajo luna llena al tiempo de la herida y la azucen… Adiós, mi venda de taparme daños. Adiós, mi excusa, mi desorden bell…
Una mujer escribe este poema donde puede a cualquier hora de un… en el siglo de la avitaminosis y la cosmonáutica tristeza deseo no sabe qué
Se me ha perdido un hombre. Y lo busco por cifras y guitarras, por rostros y entrepisos, en el cielo, en la tierra,
Usted ha dicho que me ama pero quien está convicto de alucin… quien no conoce milagros naturalmente se equivoca si ve una… casi de negro.