Yo no tengo tu modo de mirar a la niebla
ni tu ademán dispuesto en flor sobre la falda:
a mí me duelen las mariposas muertas
y los atardeceres con familia morada.
Pero tú, que eres triste como para apoyarte,
como para ser pura debajo de un manzano;
tú, sin embargo, sabes
consolar a los pobres con la palabra sábado.
De dónde sacas ese retrato del azúcar;
ese conjunto tibio de sencillez en fiesta?
¡Ah, mujer sostenida por un color a música,
con qué cuidado hicieron tus manos entreabiertas!