Amado Nervo
Aquella tarde, en la Alameda, loca
de amor, la dulce idolatrada mía
me ofreció la eglantina de su boca.
 
Y el Buda de basalto sonreía...
 
Otro vino después, y sus hechizos
me robó; dile cita, y en la umbría
nos trocamos epístolas y rizos.
 
Y el Buda de basalto sonreía...
 
Hoy hace un año del amor perdido.
Al sitio vuelvo y, como estoy rendido
tras largo caminar, trepo a lo alto
del zócalo en que el símbolo reposa.
Derrotado y sangriento muere el día,
y en los brazos del Buda de basalto
me sorprende la luna misteriosa.
 
Y el Buda de basalto sonreía...

(1902)

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