José Alfredo Jiménez
El cielo de Chihuahua fue testigo
del beso que me diste y que te di,
la luna de Parral brilló esa noche
como ninguna luna ha brillado para mí.
 
Tus ojos y mis ojos se miraron
con ansias infinitas de adorar,
tus labios y mis labios se encontraron
ante el amor prohibido dentro del bien y el mal.
 
El cielo de Chihuahua era divino:
estrellas había miles en verdad,
tus ojos y la luna me alumbraban,
por Dios que no había luz artificial.
 
Después nos adoramos locamente,
ya nunca nos podremos olvidar
y si alguien separa nuestras vidas,
el cielo de Chihuahua las volvería a juntar.
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