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Ya viene la noche. Golpean rayos de luna sobre el yunque de la tarde. Ya viene la noche. Un árbol grande se abriga
La noche quieta siempre. El día va y viene. La noche muerta y alta. El día con un ala. La noche sobre espejos
Suben por la calle los cuatro galanes. Ay, ay, ay, ay. Por la calle abajo van los tres galanes.
En lo alto de aquel monte hay un arbolillo verde. Pastor que vas, pastor que vienes. Olivares soñolientos
La guitarra, hace llorar a los sueños. El sollozo de las almas perdidas, se escapa por su boca
La aurora de Nueva York tiene cuatro columnas de cieno y un huracán de negras palomas que chapotean las aguas podridas. La aurora de Nueva York gime
En la torre amarilla, dobla una campana. Sobre el viento amarillo,
Esquilones de plata Llevan los bueyes. —¿Dónde vas, niña mía, De sol y nieve? —Voy a las margaritas
En Viena hay diez muchachas, un hombro donde solloza la muerte y un bosque de palomas disecadas. Hay un fragmento de la mañana en el museo de la escarcha.
La niña va por mi frente. ¡Oh, qué antiguo sentimiento! ¿De qué me sirve, pregunto, la tinta, el papel y el verso? Carne tuya me parece,
¡Qué trabajo me cuesta dejarte marchar, día! Te vas lleno de mí, vuelves sin conocerme. ¡Qué trabajo me cuesta
Bajo la adelfa sin luna estabas fea desnuda. Tu carne buscó en mi mapa el amarillo de España. Qué fea estabas, francesa,
Coches cerrados llegaban a las orillas de juncos donde las ondas alisan romano torso desnudo. Coches que el Guadalquivir
Me miré en tus ojos pensando en tu alma. Adelfa blanca. Me miré en tus ojos pensando en tu boca.