Es inútil, no insistas; no comprendo
las frivolidades de la vida...
yo, como Jorge Sand, sólo pretendo,
ganando el pan, pasar inadvertida.
Porque he ayudado a hacer, quizás un nombre
—que alguna vez ha sido periodista—
sé lo que vale y cuesta ese renombre
y cómo se suplica esa conquista.
Prefiero mi aislamiento de reacio
donde nada a mi espíritu se vede:
el águila que vive en el espacio
no suele mendigar lo que ella puede.
Gloria y vulgaridad, casi es lo mismo
para un ser como yo, medio salvaje;
lo mismo puede ser cumbre o abismo,
cuestión de situación del peritaje.
La gloria que mi alma ha preferido
me la ofreció un amor: puso vehemente
la más bella corona que ha existido,
sus besos de pasión sobre mi frente.
Extinta ya esa gloria, soy asceta;
sin corona de besos mi cabeza,
no quiero ya laureles: al poeta
le basta su corona de tristeza.