Miré al sentarme a la mesa, Bañado en la luz del día, El retrato de María, La cubana-japonesa. El aire acaricia y besa,

Primero, una mirada; luego, el toque de fuego de las manos; y luego, la sangre acelerada y el beso que subyuga.

Pues si el torno de la Inclusa es un buzón verdadero, ¿adónde llevan los ángeles las cartas para el infierno?

¡Dies irae, dies illa! ¡Solvet seclum in favilla cuando quema esa pupila! La tierra se vuelve loca, el cielo a la tierra invoca

¿Que lloras? Lo comprendo. Todo concluido está. Pero no quiero verte, alma mía, llorar. Nuestro amor, siempre, siempre...

En medio del camino de la Vida... dijo Dante. Su verso se convierte… En medio del camino de la Muerte. Y no hay que aborrecer a la ignora… emperatriz y reina de la Nada.

He aquí el coro que entonan los vagos y los mendigos: —¡Guerra a muerte a los banqueros que repletan sus bolsillos! Regla general: –Los pobres

Oh ruido divino, Oh ruido sonoro! Lanzó la alondra matinal el trino y sobre ese preludio cristalino, los caballos de oro

En la pálida tarde se hundía, el sol en su ocaso, con la faz rubicunda en un nimbo de polvo dorado. En las aguas del mar, una barca,

Padre y maestro mágico, liróforo c… Que al instrumento olímpico y a la… Diste tu acento encantador; Panida! Pan tú mismo, que coros c… Hacia el propíleo sacro que amaba…