Rubén Darío
En la pálida tarde se hundía,
el sol en su ocaso,
con la faz rubicunda en un nimbo
de polvo dorado.
En las aguas del mar, una barca,
bogando, bogando;
al país de los sueños volaban
amada y amado.
A la luz del poniente, en las olas,
quebrada en mil rayos,
parecían de oro bruñido
los remos mojados.
Y en la barca graciosa y ligera,
bogando, bogando,
al país de los sueños volaban
amada y amado.
¿Qué fue de ellos? No sé. Yo recuerdo
que después del crepúsculo pálido,
aquel cielo se puso sombrío
y el mar agitado.
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