Pablo Neruda
La dentellada del mar muerde
la abierta pulpa de la costa
donde se estrella el agua verde
contra la arena silenciosa.
 
Parado cielo y lejanía.
El horizonte, como un brazo,
rodea la fruta encendida
del sol cayendo en el ocaso.
 
Frente a la furia del mar son
inútiles todos los sueños.
¿Para qué decir la canción
de un corazón que es tan pequeño?
 
Sin embargo es tan vasto el cielo
y rueda el tiempo, sin embargo.
¡Tenderse y dejarse llevar
por este viento azul y amargo!...
 
Desgranado viento del mar,
sigue besándome la cara.
¡Arrástrame, viento del mar,
adonde nadie me esperara!
 
A la tierra más pobre y dura
llévame, viento, entre tus alas,
así como llevas a veces
las semillas de las hierbas malas.
 
Ellas quieren rincones húmedos,
surcos abiertos, ellas quieren
crecer como todas las hierbas,
¡yo sólo quiero que me lleves!
 
Allá estaré como aquí estoy,
adonde vaya estaré siempre
con el deseo de partir
y con la mano en la frente...
 
Ésa es la pequeña canción
arrullada en un vasto sueño.
¿Para qué decir la canción
si el corazón es tan pequeño?
 
Pequeño frente al horizonte
y frente al mar enloquecido.
¡Si Dios gimiera en esta playa,
nadie oiría sus gemidos!
 
A mordiscos de sal y espuma
borra el mar mis últimos pasos...
La marea desata ahora
su cinturón, en el ocaso.
 
Y una bandada raya el cielo
como una nube de flechazos...
Preferido o celebrado por...
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