(criada)
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La Tarara, sí; la tarara, no; la Tarara, niña, que la he visto yo. Lleva la Tarara
En Viena hay diez muchachas, un hombro donde solloza la muerte y un bosque de palomas disecadas. Hay un fragmento de la mañana en el museo de la escarcha.
En el gris, el pájaro Griffón se vestía de gris. Y la niña Kikirikí perdía su blancor
Pero como el amor los saeteros están ciegos. Sobre la noche verde, las saetas,
Yo decía: “Tarde” Pero no era así. La tarde era otra cosa que ya se había marchado. (Y la luz encogía
Dicen que tienes cara (balalín) de luna llena. (balalán.) Cuántas campanas ¿oyes?
Lucía Martínez. Umbría de seda roja. Tus muslos como la tarde van de la luz a la sombra. Los azabaches recónditos
Ni tú ni yo estamos en disposición de encontrarnos. Tú... por lo que ya sabes. ¡Yo la he querido tanto!
Desde mi cuarto oigo el surtidor. Un dedo de la parra y un rayo de sol. Señalan hacia el sitio
Oye, hijo mío, el silencio. Es un silencio ondulado, un silencio, donde resbalan valles y ecos y que inclina las frentes
Yo te miré a los ojos cuando era niño y bueno. Tus manos me rozaron Y me diste un beso. (Los relojes llevan la misma caden…
Viento del Este; un farol y el puñal en el corazón. La calle
Sólo tu corazón caliente, Y nada más. Mi paraíso, un campo Sin ruiseñor Ni liras,
La guitarra, hace llorar a los sueños. El sollozo de las almas perdidas, se escapa por su boca
Los laberintos que crea el tiempo, se desvanecen. (Sólo queda el desierto.)