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Pero como el amor los saeteros están ciegos. Sobre la noche verde, las saetas,
El magnífico sauce de la lluvia, caía. ¡Oh la luna redonda sobre las ramas blancas!
Granada, calle de Elvira, donde viven las manolas, las que se van a la Alhambra, las tres y las cuatro solas. Una vestida de verde,
Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar y el caballo en la montaña. Con la sombra en la cintura
Bajo el Moisés del incienso, adormecida. Ojos de toro te miraban. Tu rosario llovía. Con ese traje de profunda seda,
En el café de Chinitas dijo Paquiro a su hermano: «Soy más valiente que tú, más torero y más gitano». En el café de Chinitas
Rumor. Aunque no quede más que el rumor Aroma. Aunque no quede más que el aroma. Pero arranca de mí el recuerdo
Los caballos negros son. Las herraduras son negras. Sobre las capas relucen manchas de tinta y de cera. Tienen, por eso no lloran,
Si muero, dejad el balcón abierto. El niño come naranjas. (Desde mi balcón lo veo). El segador siega el trigo.
Yo era. Yo fui, pero no soy. Yo era... (¡Oh fauce maravillosa
El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico. Sobre el olivar
Muerto se quedó en la calle con un puñal en el pecho. No lo conocía nadie. ¡Cómo temblaba el farol! Madre.
El diamante de una estrella Ha rayado el hondo cielo, Pájaro de luz que quiere Escapar del universo Y huye del enorme nido
Enrique, Emilio, Lorenzo. Estaban los tres helados: Enrique por el mundo de las camas;
Cayó una hoja y dos y tres. Por la luna nadaba un pez. El agua duerme una hora