Sigo preguntándome como me ves.
Si ahora estoy del revés.
¿Por qué no comprendes
que ya no soy aquel que nunca llegaste
a conocer y ahora tampoco conoces?.
Prometimos no empalagarnos.
Para no tener que olvidarnos.
No tengo nada que perdonarte.
Ni siquiera motivo alguno para olvidarte.
Pero sigo dándome de bruces.
Con mi vida y tú, mi vida, ya no estás.
Me pierdo en tus gestas.
Aunque sé que siempre las detestas.
Pues eres un dechado de humildad.
En ti crecí con la verdad.
Era mentira el resto de la humanidad.
Fue soledad la compañía
del resto de la gente
y un breve abrazo tu presente.
Desgastado en un pestañear.
y deseado en la eternidad
que es ahora mi soledad.
Me vuelvo a abrazar cada despertar.
A tu recuerdo, a querer volver atrás.
No en el pensamiento, si no a ti.
Y no siento que te perdí.
Porque nunca nos encontramos.
A pesar de que siempre nos amamos.
Jamás pedimos nada al futuro.
Ya que nuestro pasado había sido duro.
Respiramos el momento.
Como aquel que deja su último aliento
dando más de lo que recibió.
Creyendo en todo aquello que percibió.
Dando gracias por lo que aprendía.
Al llegar el final de día.
Para conocer a la luna de la conciencia.
Meciendose en los ojos de tu inocencia.
Mientras deseaban los míos con infinita impaciencia.
La noche los cerraría con la dulzura.
de la nana que había sido nuestro día.
Al regazo de tu amor y a la sombra
de tu alma dando la mano a la mía.
No lloran mis palabras.
Ni sonríen, porque bien sabrás.
Que mi corazón sigue emitiendo.
La misma señal y ya va siendo.
Hora, minuto y segundo.
de que sólo tú vuelvas a ser mi mundo