Mi corazón, temblando, con latidos me dice:
—¿Por qué, por qué, me entregas al primero que pasa
y dejas que una mano ciega me martirice,
o me suelte lo mismo que si fuera una brasa?
¿Cómo no ves que nadie quiere llevar mi peso,
que nadie retribuye mi impávido cariño?
Me destrozan mis alas amorosas, y en eso
soy semejante a un pájaro que está en manos de un niño…
¡Si supieras!... Hay seres que me dan contra el suelo,
hay otros que me hielan, y otros se divierten…
Como soy tan confiado, causo mucho recelo;
Quienes mejor me tratan son los que no me advierten.
¿No sabes que padezco? ¿no sufres mi tristeza
desesperante y larga? ¡Si ya no puedo más!...
Aumenta mi infortunio, con mi delicadeza.
¿Por qué me das a todos, por qué, por qué me das?-
Siento en mí, cual gotera, su honda palpitación;
sus latidos son lágrimas que casi no contengo;
y le digo muy bajo: - Corazón, corazón,
yo te doy porque tú eres lo más bello que tengo.