Como un jazmín perfuma, porque nos da su esencia,
tu belleza hace extraña música de tu ausencia.
Imposible y lejana, quizá no vuelva a verte,
ni después de las noches glaciales de la muerte.
Y por mucho que vuelen con las alas del viento,
no subirán mis rimas hasta tu sentimiento.
Aunque eres un pasado que no llegó a existir,
para mí, cual los sueños, eres del porvenir.
Nos unió un mismo viaje con diversos destinos,
y fue como un arroyo que se abre en dos caminos…
Tu gracia era, de triste, cual una poesía,
y tu pudor, de intenso, casi coquetería…
En tu boca ideal, como un beso muy ágil,
florecía una vida que de tan pura, es frágil.
Y tal como el espejo se ve a través de un monte,
recorría tus ojos que eran un horizonte.
Y porque te adoraba con íntima vehemencia,
si decía tu nombre, ya era una confidencia…
Me enseñaste el amor que soñaba mi anhelo,
como revela un astro la grandeza del cielo.
¡Eran nuestras dos almas, las riberas obscuras
de un río azul que hacía más blandas, las alturas!
Y ahora que te hallas lejos, sé que la dicha existe;
pero que siempre vuela, puesto que tú te fuiste.
¡Cuando se llevan alas es tan fácil volar!:
Y Tú eras una vela desplegada en el mar…
Todo un jardín marchito de florecer, me agobia:
¿Si me habrás olvidado? ¿Si estarás ya de novia?
Por suerte, la distancia suaviza lo imposible,
y se puede esperar en lo que no es visible.
Y así como la vida no impide que te quiera,
tal vez este cariño, con la muerte, no muera.