Despierta una mañana sudorosa
de amor, su amante a la luz
del día la abandonó.
Palabras susurradas en sueños,
voces musitadas y un
silencio aplastante.
Su tribu habrá muerto sin un
hijo que perpetúe el
linaje. Las estrofas han sido
ígneas, dejando un silbido
insesante. Pasión rosada en un
lecho dejado al hervor del
deseo inquieto. El pueblo oye
en la colina que el amante ha huido al grito del alba, como un jinete inmerso.
Hijos del azul celeste, hijos de un rey, hijos de la corona; rocío de la mañana, certeza confusa.
Un lamento feliz en el crepúsculo, un regio sulfuro de amor, un fuego tentador colmado de anhelo, una doncella desnuda que una noche más extraña a su compañero.