Negro sobre blanco,
azul,
el gigante grano de polen
estalla
entre las grietas del tiempo,
entre las fallas de la conciencia.
Gruesas gotas
negras blancas:
lluvia de simientes.
El árbol semántico,
planta pasional
mente sacudida,
llueve hojas digitales:
río de manos
sobre hacia entre.
Gotas de tinta mental.
La lluvia roja
empapa hasta los huesos
la palabra España,
palabra calcárea;
el cisne de los signos,
el tintero de las transfiguraciones,
lanza
dados de sombra sobre la tela;
la llamita roja de lengua azul,
plantada
en la eminencia del pubis,
dispara su kikiríkí:
Je t’aime con pan y metáforas de pan,
Je t’aime
y te ato con interminables cintas de metonimias,
Je t’aime entre paréntesis imantados,
Je t’aime
caída en esta página,
isla
en el mar de las perplejidades.
La marea de los ocres,
su cresta verdeante,
su grito blanco,
el desmoronamiento del horizonte
sobre metros y metros de tela desierta,
el sol,
la traza de sus pasos en el cuadro,
colores-actos,
los hachazos del negro,
la espiral del verde,
el árbol amarillo que da frutos de lumbre,
el azul
y sus pájaros al asalto del blanco,
espacio
martirizado por la idea,
por la pasión tatuado.
Las líneas,
vehemencia y geometría,
cables de alta tensión: .
la línea bisturí,
la línea fiel de la balanza,
la mirada-línea
que parte al mundo y lo reparte como un pan.
En un pedazo de tela,
lugar de la aparición,
el cuerpo a cuerpo:
la idea hecha acto.
Chi ama crede:
lleno
el cuadro plural único otro
vació
respira igual a sí mismo ya:
espacio reconquistado.