Un espíritu roto,
roto porque ve muchas cosas
que lo hacen
estremecerse.
Lo motiva el hambre,
el hambre que se cuela
por sus párpados
y su hígado.
Busca al menos una sola,
una sola razón que lo haga
ver más allá de su miseria,
su miseria que confunde con el céfiro.
Busca encontrarse en medio,
en medio de gritos y cólera;
síntomas de una sociedad que le exige,
le exige ser mucho más de sí.