Se perdió la intensidad en el desierto.
El grito sofocante se acabó
Y una gota de mar rodó
Por el cachete de cierto
alguien que miraba por una ventana
que no daba a ningún lugar.
Alguien a quien le gustaba jugar
con los tímpanos del resto y una campana.
No son mías, dije al oficial,
Las ganas de quedar en el olvido;
Son de ella, la de mirada glacial.
De ella es todo lo que he pedido
Y todo lo que he acallado;
Es ella el silencio que me tiene amarrado.
Me tiene amarrado, pero más amarrado estoy yo.
Más amarrado me tengo a mí mismo.
Grito contra sus cadenas aunque sin voz
Termine, sin aliento acabe o
Muerto me encuentre en un casino.
Porque tengo un espíritu precoz.
Vuelo en medio de oídos sordos
Y retazos de una identidad mal hecha
que se creía gringa y, deshecha,
Hilachuda se cosió con bordados tontos.
Y como sujeto experimental se subió
a lo más alto de una colina
y escupió al mundo de cafeína.
A ese país que de sangre manchó
un sinfín de gente con traje y corbata;
malolientes que mataban y matan.