Me cuesta madrugar
sin café en la mañana,
me cuesta despertar
porque en mis sueños habita tu mirada,
me cuesta dormir de noche
por pensar que mañana
y mañana
y mañana
y mañana
ya no habitará tu nombre en esta rima imaginada.
Te pedía en la mañana
un sobre de azúcar
y me entregabas dos,
un sabor blanco puesto en escena
el telón rojo que es el orificio de tus labios,
una terneza que me genera tu piel morena
y mis caricias en tu rostro en imaginados escenarios.
Ahora que estoy en un amorío amargo,
mis ojos añejos están sepultados
en un cementerio de recuerdos enterrados
que aluden a tu vida, sin la mía
una desesperanza latente, viva
y ahora que mis fantasías son cadáver
mi cuerpo padece convulsiones
traicioneras ilusiones.
El café de casa no es lo mismo
le falta algo,
la efluvia idea de ti morena
y a este corazón de cartón lo inunda la arena
quiero pensar que este poema
va a matar mi imaginado relato
pero es tu decolonialidad, mi eterna condena
y más tarde cuando sea noche
cuando me consuma el insomnio,
la vergüenza me derroche
y habitando un manicomio,
le voy a hablar de ti a la luna
a entristecerla con mis ganas arcanas
de agradecerte en una rima oportuna
por el cafecito de tus ojos en las mañanas.