¿Qué pasará el día que por fin te vayas?
¿Qué quedará? ¿Seré solo yo? ¿O fragmentos de lo que fui?
¿Qué será del espacio tan grande que ocupas en mi?
Y cuando digo que te iras, no será físicamente, eso ya lo has hecho desde hace mucho, pero, sigues aquí, o al menos tu recuerdo, tu esencia, incluso tu aroma después de un baño por la tarde, o al despertar por la mañana.
A veces te he visto pasar de la cocina al comedor, o entrando a la recamara, y solo son mis ganas de que sigas aquí junto con mi buena imaginación, que son mis mejores aliados por el día, y mis peores enemigos cuando el sol se ha ido.
Tanto tiempo con tu presencia no me deja recordar que había antes de ella, ni pensar en que se hacia un viernes por la noche si no existías, o un domingo por la mañana si no estabas en tu lado de la cama con la duda de que sería el desayuno.
Te fuiste y no del todo (que grosero de tu parte) porque creo que si hay algo peor que dejar a alguien, es hacerlo y dejar el constante recordatorio de que alguna vez exististe, y ahora ya no más (o al menos físicamente no).
Y si pienso en el día que por fin dejes de estar aquí por completo, en cuerpo, alma y recuerdo, es porque lo que quedó ya no es suficiente, en cambio, es algo que consume y desgasta, que va dejándome más vacía noche con noche, y me da miedo.
Me da miedo dejar de existir, como lo hiciste tú.