Pasamos tanto tiempo esperando que nos pase algo tan especifico para ser felices que no nos damos cuenta de todas las pequeñas razones que tenemos a diario para serlo, dejamos que el presente pase enfrente de nuestras narices sin vivirlo, he sido victima de esto miles de veces; hoy por ejemplo.
Hoy la verdad es que no fui feliz, tuve que despertarme antes de la hora que yo deseaba, el clima en la ciudad es insoportable, un día más en el que no hago ejercicio, y sin pesar unos kilos menos, ojeras marcadas y cabello esponjado que refuerzan las inseguridades y debilidades que he arrastrado durante mucho tiempo, un mal día.
Ahora que escribo esto, puedo darme cuenta que también hubieron cosas buenas, desperté y lo primero que vi fue a mi familia, lo siguiente es un mensaje de buenos días, que bueno sentirse querida, llegué a tiempo al trabajo, desayuné muy bien, al llegar del trabajo pude descansar un rato, pero al final del día y a pesar de todo esto, no puedo decir que hoy fui feliz, porque me ganó la memoria, al recordar malos momentos, me gano el enojo por cosas que no puedo controlar, me ganaron mis miedos y las emociones encontradas.
Y es que ser feliz no es algo fácil, ni es lo mismo ser feliz que tener siempre una sonrisa para todos.
¿Por qué nos cuesta tanto ser felices? Porque cuesta dejar a un lado nuestros miedos, no enojarnos, no juzgar, cuesta cambiar, renunciar a la rutina, a lo conocido, pero una vez que decidamos ser felices no habrá nada que nos detenga.
Tenemos que dejar de esperar la felicidad y empezar a vivirla.