Miguel de Unamuno

Teresa: 95

Me abraza con sus alas, cual gigante murciélago,
para hundirme en la tierras—negro, cerrado piélago—
y ai quitarme el aliento me envuelve en un desmayo
en que me prende a vida, cual postrer hebra un rayo
del recuerdo bendito de tu postrer mirada;
pruebo morirme y luego, rozando ya la nada,
me siento cual un pollo se sentirá en el huevo;
después de tí, Teresa, vuelvo a nacer de nuevo
y sé lo que es nacer y lo que es haber vivido
y doy las gracias a Dios porque así lo ha querido.
¿Cuándo va a empezar al cabo, Señor, mi» reposo?
¿Cuándo en mi pecho, al fin, va a sosegarse este poso
de vida tormentosa, de encendido huracán?
¿Cuándo las golondrinas, ya muertas, volverán?

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