Oigo el susurro de la Muerte que llega,
paso aterciopelado de pie desnudo,
cauteloso arrastrarse como de ciega
que a tientas husmea, con olfato agudo.
Y al sentir dé su ala-mano el nimbo de aire
conteniendo el resuello, me apelotono;
del 'bastión del misterio, quieto, al socaire
apretando los párpados me abandono.
Me hago así e¡l muerto, como un escarabajo,
¡qué cobardía! pues es morir dos veces,
y en este juego oscuro ¡duro trabajo!
del poso de la vida gusto las heces.
¡Ay Jo que cuesta resignarnos al sino!
Por no morir morimos huyendo muerte;
hay, caminante, que apuras el camino;
hasta el fin no se toca toda, la suerte.
Dime tú mientras doy mis quejas ai viento
al oído la ley de tu corazón,
que mi pecho así cobre el último aliento,
aliento final de la resignación!