Miguel de Unamuno

Teresa: 88

Cuando a solas recuerdo el día aciago
        del más amargo tragó
de mi vida tan breve, me defiendo
preguntándome: «ahora ¿qué me hago?
        para qué voy viviendo?»
Pero me estoy haciendo, deshaciendo,
        desde aquel día mismo,
        el día del bautismo
de la muerte común, el de la llama
que me consume el pecho gota a gota.
        Me devora la cama
con fiebre de soñar; la entraña rota
me sabe ya a ceniza y en la liza
no he de dejar de polvo mi ceniza.
Que de tal modo ardiendo me consumo
mientras sopla en mi torno ia tormenta.,
        que he de irme todo en humo,
más allá de las nubes, para luego
cual lluvia seca, mi ceñirá, en poso
por la tierra que a todos alimenta,
        esparcirme y el fuego
de los rescoldos abrigar piadoso
Mas no! que del amor el torbellino
mi polvo arrastrará sobre tu yerba,
        y allí, como en molino,
molerá mi pasión, la que conserva
todavía tu fiebre de agonía,
y se harán bruma seca mis entrarías,
        bruma, Teresa mía,
que cubrirá del siglo las montañas,
bruma que vestirá del mar la espuma
y al sol se encenderá, tórrida bruma.

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