Desde siempre a nuestro amor
trazaste en las estrellas su sino
y es tu dedo creador.
Señor, el que nos marca el destino.
Nos has traído a la muerte
sin mezclar nuestras carnes en una
y en la tierra nuestra suerte
no ha salido jamás de su cuna.
Has hecho, Señor, que aquí
viva nuestro pobre amor en luto,
mas tu ¡no! no es si no un ¡sí!;
se hace flor al cabo todo fruto.
Dejaste a la eternidad
el pago final de nuestro anhelo
hágase tu voluntad
así en la tierra como en el cielo!