Esa charca en que te viste la última
vez que salimos al campo,
está ya seca, Seco y sin yerba
está su lecho agrietado.
Se ha sorbido la tierra tu espejo;
se ha sorbido tu retrato:
seca y agrietada mi memoria,
voy como anonadado.
No me acuerdo de ti porque llevo
tu tesoro tan guardado
que le tengo perdido en el fondo
de mi pecho lacerado.
Te llevaste con mis aguas vivas
mi memoria; el relicario;
y de mi corazón con las telas
te llevaste tu retrato.
O ¿es esto el reflujo de las olas
de mi mar alborotado
que me dejan seco en la playa
cual si fuera un campo santo?
Se me ha secado la imagen viva,
mi Teresa, de tu encanto,
pero escalda su sol las entrañas
de mi pecho lastimado.