Miguel Peñafiel

SÚPLICAS DESESPERADAS

Súplicas desesperadas

Unas súplicas desesperadas tocaban a las puertas de mi gran amor, proveniente de una desdicha pasada en la angustia de hoy, que a llegado al límite de tocar el fondo de mi total desesperación, que para mi subconsciente cerebro no tengo más que ofrendarle mi vida a cambio de su perdón. Los recuerdos de mis primeros momentos se relacionan con este amor junto a mis bellas poesías de la cual ya no volveré a escribir jamás, allí murió ese amor, allí me encuentro yo, abatido por una pena tan dolorosa por la pérdida de mi amada. Pero es inútil decir que no he vivido ante la misma experiencia, que el alma no conoce una existencia previa, ¿no lo negaré? Que mi corazón ya esta más que acostumbrado al abandono y al dolor. Sin embargo, hay un recuerdo de forma permanente que no puedo ignorar, un recuerdo de los días más hermosos que pase a su lado, en compañía de las canciones más románticas y expresivas que daban a conocer todo lo bello que fue nuestro amor, y que no puedo marginar. Yo estoy más que convencido de que ella es la razón, del cual mi corazón se vuelve frío y mis latidos ya no tienen el mismo ritmo de la cual palpitaba con intensa pasión, que en mis extraños pensamientos ya no radica mi total existencia, sino la muerte misma para calmar este inmenso dolor, que la angustia de no tenerla conmigo me esta llevando a entregarme a la desesperación.

Mi amada Shirley, es una trabajadora del liceo naval, donde yo prestaba sólo servicio como guardia de seguridad, y desde ese día vivíamos enamorados a través de las miradas de la cual decían mucho y nos hacían suspirar. Su imagen vino a mí, como en mis primeros días de alegría y dicha ¡de ver tan encantadora y fantástica belleza! Yo ya la conocía como Shirley, o al menos, ya había averiguado algo sobre ella, y mientras yo la contemplaba; mi corazón ya la tenia dibujada en su mente, penetrando en los profundos pensamientos de mi alma. Fue tan envidioso nuestro amor que recorríamos juntos por las calles de Boyaca y p. Icaza, en visita de nuestro lugar especial donde íbamos juntos a comer en aquel restauran llamado ¡tenedor de oro!, la 9 de octubre era nuestro lugar de paso, un KFC de vez en cuando para pasar el momento juntos, y que decir del Malecón 2000, donde por las noches pasaba hacer nuestro bello paisaje para esas citas amorosas en deleite de unos helados, las citas románticas en el parque de san Agustín y muchos que otros que aún faltan por nombrar. Nuestro parque de san Agustín era nuestro sitio romántico y favorito, donde demostrábamos todo nuestro amor al descubierto, y aunque las curiosas miradas de la gente que se nos quedaban mirando con un rostro que solo me podía llevar a pensar en una cosa, a la crítica de nuestras edades, que a pesar por la diferencia que presentabamos eso nunca fue un obstáculos para los dos, por la simple razón de que nos amábamos.

Pero realmente algo sucedió, de repente nuestro hermoso cuento de hada se acabo, ella me dijo adiós llevándose consigo mi ilusión, con ese amor que jamás volvería a sentir por mi. Quizás la enfermedad de mis celos, hizo que ella se alejara de mi, o tal vez un nuevo amor, no sabría que pensar, mis pensamientos son tan confusos, no son claros como el agua, ahora en mi sólo abarca la duda y también la desesperanza, quizás tanto fue el amor que sentía por ella, que sólo lo único que quería era cuidar el tesoro más valioso que me había dado la vida, que solo termine por alejarla de mi lado, que no me di las consecuencias de mis acciones, que cuando quise reaccionar ya me di cuenta que se había ido. No se si fue tanto el amor, o la obsesión que me llevó a celarla demasiado que hice que se harté de mi, o simplemente “tal vez sea la propia simplicidad del asunto la que nos conduce al error.” Una memoria como una sombra vaga, vierte sobre mis pensamientos un dolor que me atormenta día y noche, y sobre mis noches lágrimas derramadas de mis ojos que no dejan de extrañarla, mis horas se han vuelto largas cada vez que pienso en ella, un dolor de cabeza que agita a mi cerebro hasta dejarlo totalmente desgastado, sin ánimo de pensar más que en otra cosa.

La realidad de este amor, me afectaron a mis visiones, a mis sueños, y a toda mis ganas que tenía por seguir adelante ante esta vida cruel y despiadada, nunca pensé que al marcharse también se llevaría mis fuerzas, sin imaginarme que ella era el motivo de mi motivación. Si pudiera llegar a un cuerdo con ella, si tan solo pudiera perdonarme todas mis ofensas, así como yo perdone todas sus mentiras que me hicieron dudar de ella, y volver a la antigua costumbre que nos llevaron a creer en este amor. Si pudiera entender que en este mundo nadie es perfecto, que pueden haber malos ratos donde uno puede llegar a equivocarse, no me tendría así, como me tiene ahora, ignorandome como si fuera una simple piedra que va hablándole, como que si las cosas inertes que no tienen vida le pudiera hablar, yo si tengo un alma y también un corazón que va implorando a su amor, y que entienda que “los cabellos grises son los archivos del pasado” y no pueda juzgarme más por aquello que paso. Es duro mencionar con palabras como me siento, viviendo encerrado en mi mismo, de este desamor donde soy prisionero, y si en determinado caso, ella no llega a perdonarme, no tendría más palabras con que pueda decirle el inmenso dolor que me devora, y habiéndose agotados todos mis recursos, ya no me quedaría nada, solamente me quedaría marcharme con la muerte, a las famosas tierras de las almas dormidas donde nadie jamás regresa de allí. Quizás no sería la mejor opción, pero seria la única forma de superar mi dolor. siempre he dicho que a “la muerte se la ve de frente y con valor, y luego se la invita a tomar un trago.”

De este amor volví a nacer yo, y por este amor también he decidido acabar con mi dolor, ya no encuentro la manera para pedirle perdón, yo creo que “más cuerdo es, el que acepta su propia locura” y yo he aceptado mis errores, y he aprendido a las malas de ellos. Ya no quiero seguir siendo esclavo de mi dolor, y de ese amor que ya no tengo a mi lado, siendo la única forma de dejar sangrar la herida que tengo, no encuentro otro camino, ni veo la forma, ni la manera, para poder recuperar el amor perdido, “el único medio en conservar el hombre su libertad es estar siempre dispuesto a morir por ella.” Quizás esta sea la manera de demostrarle mi amor, y así pueda conseguir el amor suyo, más allá a través de la muerte, ya que “la ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia”. Quizás estoy diciendo puras tonterías, ante semejante situación que me encuentro, o quizás “el demonio del mal es uno de los instintos primeros del corazón humano”, lo único que podría decir que mi amor crecía con extrema rapidez, asumiendo un carácter nuevo, que cada día que pasaba, tuvo sobre mi un incomprensible ascendiende. Si así tengo que llamarlo, consistía en una morbosa irritabilidad de esas propiedades de la mente, que desencadenó en mi una terrible intuición de saber que ella tal vez podría estar con otro, o quizás era cierto, el caso es: que me he quedado solo sin su amor, sin esa felicidad que alguna vez fue de lo más bello, quizás “la vida real del hombre es feliz principalmente porque siempre está esperando que ha de serlo.”

Ya no podía seguir soportando el desprecio que provenía de mi amada, una imaginación inquieta sobrepasaba los límites sobre mi cabeza, que después de llevarme a largas horas de reflexión, no pude superar el estrés y el daño que yo mismo me había causado. Y un día la noche llegó sobre mí, en un sueño revelador, me veía sentado sobre aquel parque vestido de luto, con la camisa negra que ella me había regalado para el día de año nuevo, ¡ahí me encontraba; recordando aquellos momentos donde alguna veces estuve a lado de mi gran amor!. Estaba allí, sentado sobre aquel asiento, y levantando mis ojos hacia el cielo, con lágrimas de abandono, como si contemplará la última luz del día, Miguel podía sentir como el veneno se alimentaba de su sangre, como al igual algún día lo harían los gusanos, las súplicas desesperadas no fueron escuchadas a tiempo, ni por su amada, ni por el padre misericordioso. ¡Quiera Dios que nunca me hubiera visto a mis ojos melancólicos, o que después de verme, me haya muerto!. Un poder sensible y consciente, y aún sin la ayuda de mis labios lograron brotar de ellos con sus últimos alientos con una suavidad de palabras que lo acompañaron hasta el último momento. ¡Que Dios tenga misericordia de este poeta, que solo tuvo la mala suerte de haber conocido toda su vida, el desamor!. Sobre mis frías manos aguarda esta historia como prueba de un gran amor, esperando que llegue a las delicadas manos de mi amada, sobre la carpeta negra, donde yacía oculta la historia, se encuentra también una foto nuestra de aquel día de San Valentin, un domingo donde nunca mi alma se apartará de ese recuerdo a donde quiera que vaya, o donde quiera que me encuentre siempre estaré pendiente de ella. En ese momento se me acabarán los absurdos pensamientos y las desesperadas ideas, pensé que solo así, podrían devolverme la paz, devolviéndome la razón, y aunque ya me esperaba la tumba preparada para recibir a su ocupante, ya era tarde para ambos y para el poeta.

Reserva derecho de autor.
A mi amada Shirley Rodriguez.

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