En las noches calladas del alma herida,
cuando el mundo parece dormirse sin mí,
elevo los ojos, y encuentro tu vida
escrita en las luces del cielo sin fin.
Tu nombre titila entre constelaciones,
como si el cosmos supiera de ti,
y tu rostro, etéreo, entre las visiones,
me mira en silencio... y vuelve a latir.
A veces lo juro: en la estrella más fría,
tu risa se esconde, temblando en su luz,
y siento que el alma se alumbra en poesía
cuando creo tocarte detrás de la cruz.
Oh, noches que mienten, tan dulces, tan bellas,
me muestran tus ojos y luego se van;
me dejan despierto contando centellas
que dicen tu nombre... y no dicen más.