No quedará nada de mí cuando me muera,
Sólo esta alma mía llena de agonía,
En pocas palabras su sombra fiera
Que vagara durante la noche y el día.
No quedará nada de mí cuando me muera,
Sólo la daga final de aquel día,
El arma que corto de raíz la primavera
Para la noche fúnebre y vacía.
No quedará la esperanza, ni la pena
De creer y de amar. A tiempo abierto,
El viento que solloza en mi desierto.
Ha de borrar toda mi confusa arena,
Más quien viva yo estaré ya muerto,
Todo lo que me salva me encadena.