Miguel Peñafiel

LA MUERTE ENMASCARADA

Crónica

LA “MUERTE ENMASCARADA” ya había llegado a mi, durante un largo tiempo, durante un buen periodo disfrazada de novia, y desde entonces se encuentra en la espera de mi alma, pero no de mi cuerpo, esperando arrebatarme la gloria. En aquel día tocará mi corazón entristecido y con sus garras lo arrancará de mi pecho, será tan espantosa y horrorosa la escena que algunos dirán: ¡pobre de aquel muchacho, verlo así, con los ojos humedecidos y rojos mirando el cielo; como si implorase una santa oración de misericordia, en cuanto a el era muy bueno!... Y luego mis ojos le verán llegar a la muerte con su manto negro, de mi rostro pálido y de mi cuerpo sudoroso, entonces sabré con certeza que ha llegado el fin de mi enfermedad incurable en medio de mis últimas horas. Y entonces entre mis últimos suspiros meditare lo poco que he vivido, lo valioso que era haber deseado tener una familia, y el poco tiempo que tuve para escuchar la voz de la experiencia que llega; aunque a veces llega, pero muy tarde. Loco estaría si la esperará; cuando mi corazón ha rechazado su propia evidencia, ya no quiere seguir sufriendo las melodías melancólicas que para mis pensamientos han sido como un tormentoso sueño, que dentro de él habita un demonio persiguiéndome. Desde mi niñez la ternura abrigaba a mi alma, y desde ese entonces mi corazón consentido comenzó a escribir los hermosos poemas, fui tan grande con mi talento pero visto ante los ojos de mis compañeros como un pusilánime, como un niño frágil a que todo mundo podía vencer. Me gustaba imaginarme los mejores cuentos que hacían volar la imaginación con tan solo leerlos, pasaba la mayor parte de mi tiempo escribiéndolos; y ese rasgo de mi carácter que creció conmigo: jamás me había hecho tan feliz, que se convirtió en una obsesión mía llena de placer. Y cuando finalmente conocí el amor, una serie de mentiras ha estado acosando mi alma con palabras de engaños y puñales de traiciones, que con el tiempo me hizo dudar del buen amor, que no tuve más remedio que abandonar el camino del amor doloroso y ponerme en el camino ciego del alcohol. Fue tanto mi desamor, que deje entrar a mi cuerpo toda esa fragancia de literatura asesina honrando a la muerte en busca de su comprensión, sin embargo, conservé suficiente consideración a tal punto de que algún día pueda volver a creer y retomar el camino que algún día mi ser se perdió en el amor. Día a día, y años tras años, me fui volviendo más melancólico e irritable e indiferente con todos los pensamientos ajenos, llegue incluso hablar hasta mal de una mujer sabiendo que yo nací del vientre de una de ellas, todo por el odio y el dolor que me habían causado. Fue así como la raíz de mi corazón se desprendió de mi alma volviéndola inerte, una semilla más que espectral y diabólica comenzó a controlar mis sentimientos y empezó hacerme sufrir las consecuencias de mi mal de humor. Tiemblo y lloro al escribir semejante atrocidad llenas de tristezas y de una condenación interminable, y el horror se mezcla con todos los pensamientos más bellos dejando las palabras más cortas para el amor. Se que algún día he de morir de esta pena que me aqueja, y que la muerte disfrazada de mujer que me enamora viene por mi, viene con su rostro de mentira engañadora y que hace de mi ser; el más burlesco de los hombres, y entonces para mi caída final e irrevocable se presentó: ¡el espíritu de la perversidad!... que enfrenta descaradamente al buen sentido. Una vez que me hunda en las sombras de su largo sueño, se habrán borrados los recuerdos de lo sucedido y habré experimentado un sueño como si fuese que nunca hubiera pasado, y tendré que resignarme a la desesperanza. Un día en que me embriague de toda agonía suprema, me hallarán muerto sentado y con una nota en mano de mi propia letra diciendo: “amada mía Shirley, espero que comprendas que tan dolor grande me he causado al fallarte, espero que algún día me perdones y en mi tumba llores de amor por tu querido poeta”.

(2016)

Reserva derecho de autor.

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