Miguel Peñafiel

LA MÁSCARA DE LA CRÍTICA NEGRA

La máscara de la crítica negra

Jamás después de tantos años. Una crítica durante un largo tiempo habría sido tan fatal y espantosa. Su palabra era como maldición y su voz era un repentino vago de tonos agudos de dolores intenso. Pero yo soy una persona feliz, fuerte y audaz, para convertirme en la víctima de la peste que trata de aislarse de toda clase de ayuda y simpatía que le ofrece mi obra. De todos modos sus conclusiones me hacía los más terribles estragos, que me sentía como esos bufones improvisados que no tienen ni la más remota idea de lo que les estoy hablando. Todo eso estaba dentro de ellos, mientras que la envidia les ofreció a mis cuantos amigos a beber de su vaso, para venir luego a cuestionar de mi arte y afligirse en su locura. Que su inseguridad no lo llevan a competir en algo tan bueno, que la visión de ellos no podía abarcar más de una vez; permitiendo que la vista no alcanzará la totalidad de mis poesías. A pesar de su profesión y sus argumentos, no parecían entender los brillantes latidos de mi corazón cuyas palabras se proyectaban como unos cristales teñidos con su sangre, que producían de esa forma una multitud de colores vivos y para otros un terrible siniestro de emociones. En esta colaboración tan sutil y extraña, entre las miradas de quienes penetraban en ella, su palabra se balanceaba con un resonar pesado para los envidiosos que se veían obligados a criticar para mal mi obra, mientras que para otros también seguros de su arte, los conducía de una profunda y serena meditación a un profundo ensueño. Pero apenas pocos podían demostrar dicho interés en algunas de ellas, que fueron pocos los que hicieron notar una emoción de conformidad en el centro de atención de los poetas. Para algunos sus ojos se mostraban especialmente sensible al efecto que les causaba, doblegando los caprichos de la mera moda, para tener la seguridad que brillaban en ellos el brillo, el esplendor. Por un momento pensé en aquellos que avanzan diariamente en busca de sus rimas y que se sienten ahogados en su resonar. Entonces adopte por seguir adelante sin dar un paso atrás, más dichosos son los solemnes que los que alcanzan a oír las entregadas palabras lejanas, las fragancias de las otras estancias, donde son parte de la vida, de nuestro existencial. En una disputa de poetas como la que acabó de escribir es de imaginar que unas cuantas palabras ordinaria no hubiera provocado semejante conmoción, más sólo es de imaginar que bien pudiera expresarme con lo que acabó de escribir. La mala actitud que tenemos con los demás, la desaprobación que le damos a nuestros escritores, más bien yo quisiera verlos intentar escribir algo, e inventar algo, entonces no critiquemos las obras de los demás si no creemos lograr algo en nuestras vidas. Incluso en el corazón de los más talentoso hay cuerdas que no pueden tocarse sin emoción, aún hasta para el más relajado, para quien la vida y la muerte no son más que un juego, y sabe también que hay cosas que no se puede jugar. Cuando hayan leído y comprendido lo que realmente les he querido decir; quizás comprendan en lo absoluto, pero antes: debes primero quitarte la máscara de la crítica. Esa máscara que a muchos no los deja pensar con claridad, dejándolo completamente ciego en su ceguera.

Reserva derecho de autor.

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