Cuando Miguel miró de su ventana
No sabía –del amor,– de su Lorena,
Como esa luz de esa clara mañana
Vio volar ese grano dulce de arena.
Y las causas lo fueron cercando
Cotidianas, visibles, y tan bella,
Ese amor que lo fue enredando
Poderoso, e irresistible, por ella.
Cuando Miguel la amo en su lecho
No sabía—que era mujer—ajena,
Que en la noche lluviosa sin techo
Miraba de su ventana a su Lorena.
Cuando deje de seguir su encanto
Yo no sé, me faltará su presencia,
Si me espera la paz o el espanto,
O de pronto, la locura o demencia.