A la orilla del riachuelo ha crecido un manzano, ya lleva unos años ahí y por fin ha empezado a dar sus primeros frutos. Todos los días un niño pequeño pasa por ahí, esperando a que los frutos maduren y, quizá, poder obtener uno para sí mismo. Los días pasan y las manzanas son cada vez más grandes, de pronto su color verde comienza a tornarse rojizo, poco a poco; el niño, entusiasmado, espera largos ratos bajo el manzano esperando a que una manzana caiga y, conforme pasan los días, se da cuenta de que las personas más grandes ya han arrancando algunas. Un día llega, como todos los días y ve que por fin ha caído uno de los frutos, emocionado, lo levanta y se lo lleva a la boca; ¡qué gran decepción! la manzana está podrida. Se promete a sí mismo que el próximo año no esperará.