Maximiliano Reyes Lobos

Como una veleta cualquiera

En la locura y en la guerra
Mi alma no le pone fin a su destino.
Es sólo la cotidiana ceguera
Y un leve encanto mañanero
El que la calma.
El que calma mi alma desalmada
Que, aun estando armada hasta sus más profundos deseos,
Cede a un susurro,
Como una veleta cualquiera.
 
Y tras un mirar profundo,
Mucho temo que en este mundo me hundo
En un humo nauseabundo, Grisáceo superficial y heredado obligado.
Tras esta y otras visiones alterno
Un temor por quien es insulso, por quien no ve
las penurias del vagar moderno.
¡Tendremos consuelo azuzado en esta anemia,
Cual ánima, si mi voz callada se torna etérea,
Mientras expongo un clamor enfrentado a un paisaje inmundo!
 
Pero no.
En la periferia de mis ideas, lo confieso.
La vida moral se enajena y un deber travieso atraviesa
La fugaz escena.
Voy a reinventar mis palabras, Voy a resignificar mi voz alada. Tras un mirar real y profundo,
Mucho siento el valor de un segundo.
¡Qué tema el contemporáneo! Que, tras este y otros engaños,
Tendremos pan, tendremos valor, calor, amor y un rebaño
Con el cual blanquear la niebla de este asunto.
Empero, quizás todo se trate de un novelesco conjunto de azares.
 
Tras un sincero mirar, no temo ni obligo Conjunciones a millares.
Tenderemos un pañuelo silencioso; habrá señales.

Publicado originalmente en "Ingenuidad", ArteFacto Editorial, 2020.




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