Dos misterios de almendra son tus ojos
del color de las nubes
sobre mi seno lleno.
Y tus manos por la breña caliente,
dos corderos pequeños
que deslizan,
su inocencia de dedos.
Una fronda de oro, tu cabeza,
voy soñando en guedejas
la caricia
de un regazo lejano en el recuerdo.
Y me bebes.
Yo me quedo trasvasando a tus venas
y me siento, y me creo,
toda gota de pura y mansa leche.
Mediodía, reiterado en tus labios
como pétalos.
Es la hora del pájaro dormido,
y del silencio verde.
como un río
conducido por peces intocados,
vas llevando mi cuerpo
y este tiempo de abejas y de olivos.
Y me suelto,
andar tibio de pasos succionados,
voy fluyéndome lenta por caminos
de tu sol y tu cielo.
Hora calma,
tu redonda mejilla que aletarga
su corola de luz, sobre mi pecho.
Matilde Alba Swann