Matilde Alba Swann

El mar

El mar soñó en voz alta
que tú me besarías.
Libérame un instante los labios,
necesito
contarte sobre el filo
de aurora en que amaneces conmigo,
que fue cierto,
que sí,
que nos amamos.
Y ya antes
que deshaga de espumas,
—el mar sueña que muero a tu costado—
reanúdate,
yo quedo.
Y déjame tus manos.
O llévate apretados contigo
estos dos gozas y miedos y gemidos.
Mis dos gritos a un tiempo;
dos tigres, dos palomas;
dos himnos, dos sollozos;
dos triunfos, dos nostalgias;
dos culpas
y una sola locura
y un milagro.
O déjame tus manos.
Dos potros, dos tormentos
dos blancos dulces perros lamiéndome
los pasos;
dos náufragos, dos puertos;
dos fuerzas, dos desmayos;
dos gotas de una lluvia de estío;
dos blasfemias,
dos templos, dos guaridas;
dos cielos, dos infiernos,
dos dioses, y una génesis sola
sobre el caos.
La sal
ancla en el fondo del mar
castillos blancos.
Desátame los brazos
o apaga estos caminos de viento
que me llaman.
O vuélveme a la hoguera
del beso hasta que queden cenizas.
Desde el nácar
profundo
sueña un niño celeste, que amanece.
Preferido o celebrado por...
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