Mario Benedetti

Yo estaba en otro borde

A Haydée in memoriam cinco años después

Yo estaba en otro borde del océano
en palma de mallorca y para ser preciso
en la plaza gomila ésa buscada
por los marines yanquis
tan borrachitos siempre
y por turistas suecos y franceses
ingleses holandeses alemanes
y hasta por mallorquines
 
en mi balcón entraba una porción de calle
con sus putas de carne
y sus hombres de hueso
y según a qué hora
con luces de neón y mansa fábula
y hasta una bailaora triste de pacotilla
que anhelante bordaba su agonía febril
sin que ningún piadoso la aplaudiera o mirara
 
por entonces yo había comenzado
mi duro aprendizaje de España y me sentía
al garete o al margen
sin otra conjetura o barricada
que mi desasosiego de ultramar
sin más futuro que el de mis azares
sin otra garantía que la de mi resuello
 
yo estaba en otro borde
sin Buenos Aires ni Montevideo
sin La Habana ni México
sin Quito ni Managua
exactamente en la plaza gomila
frente a otro de mis varios telones del exilio
 
me agradaba el castillo de bellver en el fondo
y como diversión estaba el ovni
que en los atardeceres nos dejaba
huellas y guiños cómplices y dudas
realmente me gustaba la escenografía
sin entusiasmo pero me gustaba
aunque no me entendiera con los sordos
protagonistas ni con los comparsas
 
durante el largo día
miraba con el hígado y los bronquios
las uñas y el estómago
y con mis cataratas remendadas
 
el cielo era de venas azules y finísimas
y las casas tan blancas
con sus enredaderas colgantes y geranios
cual si hubieran nacido ayer o hace dos siglos
 
en cambio por la noche
miraba con mis hombros y mis labios
mis riñones mis tímpanos mi páncreas
siempre con mis leales cataratas
aunque ahora no tan encandiladas
 
yo estaba en otro borde
cuando aulló tres socorros el teléfono
y una voz titubeante y remotísima
dijo ayer murió haydée
y volvió a repetirlo
tal vez no tanto para persuadirme
como para de veras persuadirse
 
ayer murió Haydée
dijo en el desconcierto de mi oído
hace cinco años y en aquella plaza
escuchar la noticia era difícil
imposible ligar esa brutal ausencia
con catorce o quince años de presencia
en mi suerte y en mi vida de a pie
Haydée abrecaminos sin camino
Haydée mi socia de asma sin su asma
Haydée sin esa casa sin su América
Haydée sin el amparo ni la flecha del sol
 
volví al balcón y fue de noche
no sé por qué de pronto fue de noche
ya no quedaban luces ni fragores
ni bares ni nightclubs ni discotecas
ni las hembras de carne
ni los hombres de hueso
todos habían desaparecido
o acaso se llamaran
a silencio y tiniebla
los suecos y franceses
ingleses y holandeses y alemanes
todos habían desaparecido
y los marines antes que ninguno
 
ya no estaba el castillo de bellver
ni tampoco las casas blancas ni los geranios
ni las enredaderas que colgaban
desde hacía dos siglos o una víspera
 
en cambio había un malecón de olas
arrolladoras breves y gigantes
olas que no eran del mediterráneo
también había un campo de deportes
fornido de estudiantes
en blanco en negro y en mulato
 
y más acá muros con cuadros
de Venezuela México Brasil
Chile Uruguay Colombia Costa Rica
y una arpillera de violeta parra
y dos o tres imágenes argentinas del che
y dondequiera rostros llorando
sin escándalo en esa pobre casa
la casa sin Haydée
 
yo estaba en otro borde
pero esa noche aunque era mediodía
adiviné una nueva provincia de la muerte
y hasta un desconocido formato del amor
 
sólo en nuestros países tan hogueras
podemos concedernos el dramático lujo
de recibir intacto de la historia
un personaje único encendido de ideas
de inocencia perdones heroísmo
suelta de mariposas y de manos tendidas
al semejante y al desemejante
y consuelos y abismos y tizones
y delirios coraje sufrimiento
y ensueños y bondad
 
es increíble
pero así sucede
en nuestros pueblos de dolor y olvido
solemos darnos el terrible lujo
de recibir herido de la historia
un indómito y limpio personaje de fuego
y no lograr siquiera
ni acaso merecer
que no se apague
 
Haydée murió es verdad
alguien lo había alojado para siempre
en mi cabeza incrédula
 
miré hacia arriba a nadie
y sin embargo supe que después
cuando volviese el día
las venas de este cielo
azules y finísimas
se abrirían en lluvia
copiosa
inconsolable
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