#EscritoresUruguayos (1969-1973) Letras de emergencia
En el centro de mi vida en el núcleo capital de mi vida hay una fuente luminosa un surtido… que aiza convicciones de cobres y es lindo contemplarias y seguirl…
Ésta debe ser la trigésima despedida. Es un trámite que Fernando Varengo conoce de sobra. Como testigo, claro; no como viajero. Asistir a la normal y apasionada discusión de Migue...
Llegaste temprano al buen humor al amor cantado al amor decantado llegaste temprano al ron fraterno
Cada uno es de un sitio pero un sitio no es sólo maravilla… sino también horrores y carencias en la calle
Lo dijeron y lo repitieron esclarecidos portavoces de Algo: «Se acabó la escritura. La literatura está condenada a morir. De ahora en adelante sólo existirá la Cultura del Ruido y de la...
Eso dicen que al cabo de diez años todo ha cambiado allá dicen
Concebir o tratar de imaginar la cruda inmensidad del universo es para enloquecerse lentamente ¿qué es después de todo este mundi… en la inconmensurable vastedad?
En las manos te traigo viejas señales son mis manos de ahora no las de antes doy lo que puedo
Es un modo de crecer en lo que dura un suspiro o maneras de decir de otra manera lo mismo que nos enseñan la historia
Esa rata enorme repugnante y untuo… que corre despavorida o abandonada prodigiosamente sola entre desecho… buscadora aterrada de su pobre pit… cuyo menester faena misión última
De haber tenido un hijo no lo habría llamado ni mario ni orlando ni hamlet ni hardy ni brenno como reza mi fardo onomástico
La linda parejita que transcurre por el viejo teclado de baldosas sabe y no sabe de su amor a términ… o de las marcas que impondrán los… la linda parejita en su burbuja
Ni ahora ni después ni al mediodía ni en la tarde brevísima ni en la noche pesada ni mañana
Estuvimos en epidauros veinticinco… y también escuchamos desde las más… el rasgueo del fósforo que allá ab… encendía la guía la misma gordita que entre templo y templete
A esta altura ya nadie me nombra por mi nombre: Octavio. Todos me llaman abuelo. Incluida mi propia hija. Cuando uno tiene, como yo, ochenta y cuatro años, qué más puede pedir. No pido ...