Para que el Poeta Mario Benedetti le llevara señales viejas con sus actuales manos a una mujer, no hay duda de que se trataba de una dama extraordinaria. Tenemos referencia exacta de la musa inspiradora de este poema. Con ella el Poeta fue feliz “sin permiso” y caminó por la vida “codo a codo, ‘siendo’ mucho más que dos”. Compartieron lecho, pan, secretos, persecución y penurias del destierro.
Las manos de Benedetti guardaban toda la milenaria sabiduría de la caricia y de la acción. No conocían la pasividad. Esas manos eran todas las mujeres que había tocado y todos los poemas que había escrito o iban a escribir después. Daban lo que podían… que era mucho. Eran manos valerosas.
Ella era digna de él, no le interesaba “salvarse”, no era inmóvil, ni fría, ni desganada para el amor. No anhelaba del mundo “sólo un rincón tranquilo”.
Obligados por las circunstancias a vivir en paises diferentes, nunca estuvieron solos, por las razones que ahí se explican. Cuando podían reunirse de nuevo, no había necesidad de “deslumbrarse… les bastaba con el cielo de la costumbre”.
¡Eso es amor y lo demás querencia!
Alfredo Jiménez G.
9yPara que el Poeta Mario Benedetti le llevara señales viejas con sus actuales manos a una mujer, no hay duda de que se trataba de una dama extraordinaria. Tenemos referencia exacta de la musa inspiradora de este poema. Con ella el Poeta fue feliz “sin permiso” y caminó por la vida “codo a codo, ‘siendo’ mucho más que dos”. Compartieron lecho, pan, secretos, persecución y penurias del destierro. Las manos de Benedetti guardaban toda la milenaria sabiduría de la caricia y de la acción. No conocían la pasividad. Esas manos eran todas las mujeres que había tocado y todos los poemas que había escrito o iban a escribir después. Daban lo que podían… que era mucho. Eran manos valerosas. Ella era digna de él, no le interesaba “salvarse”, no era inmóvil, ni fría, ni desganada para el amor. No anhelaba del mundo “sólo un rincón tranquilo”. Obligados por las circunstancias a vivir en paises diferentes, nunca estuvieron solos, por las razones que ahí se explican. Cuando podían reunirse de nuevo, no había necesidad de “deslumbrarse… les bastaba con el cielo de la costumbre”. ¡Eso es amor y lo demás querencia!