Mario Benedetti

El surco

(en Cuba, 1968)

A medio metro de mis botas recién inauguradas
el surco es una secreta y monstruosa novedad
hay que considerar que desde mis doce años no arrancaba un
               desgraciado yuyo
y aun tengo serias dudas sobre ese barroco antecedente
 
secreta
porque no sé qué pasará con mi cintura con mis versos con
               mis yugulares con mis ficheros con mis cartílagos
               con mis lecturas de marx con mi asma con mis
                nostalgias con mis rodillas con mis manos de
                dactilógrafo que no tienen seguro como las de los
                pianistas ni intuición como las de los alfareros
y monstruosa no sé muy bien por qué
 
el millo emerge a duras penas entre la catástrofe de la mala
               hierba
de eso se trata entonces
de ayudarlo a vivir a descatastrofarse
millo y qué es eso
vos sabés en mi tierra quizá tenga otro nombre
bueno el millo es el sorgo ah qué bien y qué es sorgo
 
después de todo qué importa
la mala hierba es mala hierba aquí o en arapey o en babilonia
               o en los jardines del pentágono
se trata de arrancarla dónde y cómo sea
de pie o sentado o en cuatro patas o arrastrándose como un
               lagarto
pero menos hermosamente y sobre todo más urgentemente
               que un lagarto
 
no está mal
no es difícil
tampoco es necesario haber leído el opus correspondiente a las
               gramíneas
la cosa es hacer fuerza como un biendispuesto condenado
mientras los demás
en particular las muchachitas que no se detienen ante ningún
               despilfarro de energías
cantan esta tarde vi llover vi gente correr y no estabas tú
 
pero si uno se administra y se automatiza ya no precisa cantar
es decir si convierte sus brazos en palancas y sus piernas en
               bases de cemento y sus codos en bien aceitadas
               bisagras y su estómago en condensador y su cerebro
               en dínamo
es decir si uno se vuelve pura máquina para la que
               lamentablemente ya no hay ni habrá nunca más
               accesorios de repuesto porque se trata de un viejo
               modelo de hace cuarenta y siete años
entonces sí queda tiempo libre para pensar en la cultura y su
               caótica suburbia
para darle vueltas al globo terráqueo del ocio imposible y
               creador
y hasta para hacer comentarios bienhumorados y por supuesto
               eruditos
con el pianista o el pintor o la taquígrafa o el poeta o la
               bibliotecaria del surco vecino
quienes lo alcanzan a uno en un arrebato de lujuriosa disciplina
o a quienes uno da alcance en un momentáneo eclipse de
               serenidad
 
acaso no crees que la nouvelle critique será siempre un
               fenómeno exterior a nosotros adecuado tan sólo
               para los franceses que no pueden vivir sin
               desmenuzarse concienzudamente
coño esta hierba de mierda ya me hizo la primera ampolla
te parece que cortázar podrá llegar más lejos que rayuela
garcía márquez más lejos que cien años de soledad
por qué no pruebas de rodillas a mí me resulta mucho más
               cómodo aunque claro después no hay cómo
               enderezarse
de todos modos por qué joder tanto con los novelistas
y a los poetas señores a los poetas dónde nos arrinconan
considerando el contexto revolucionario no está mal que esta
               hierba hija de puta se llame johnson grass
no tienes la impresión de que la espalda
vi gente correr
se te va a romper de un momento a otro
y no estabas tú
 
en realidad nunca imaginé que yo pudiera ser el sudor
es decir que pudiera estar tan bien representado en el sudor
bajo un sol del carajo
 
lejos dondequiera en la aguada o en el barrio latino o en plaza
               once
habrá amigos que en este preciso instante arman y desarman
               y vuelven a armar sin que les sobren piezas el
               heredado alfabeto
que desde ya coleccionan los inminentes escombros del bien
               aprendido alrededor
que perpetran felizmente un amor sobre el que no escribirán
               porque la victoria casi nunca es artística
que arriman su oído a la madera en busca de profundísimos
               latidos
que sienten un nudo en la garganta cuando de algún modo
               chirría el universo
que se reconocen ajenos y desterrados de sí mismos cuando
               enfrentan el precipicio y otras dudas
que cantan o blasfeman para uso personal con los labios
               apretados y secos
yo puedo estar con ellos
puedo ser como ellos
solidarizarme con su eléctrica gloria o su mirada cenicienta o
               su fosforescente tregua
puedo acompañarlos en el desfiladero que es de todos
 
pero oscuramente siento
aquí en el surco interminable y enemigo
con las manos hinchadas y a cuatro patas
con los ojos llenos de tierra roja
que en este instante un poco embrutecedor y embrutecido
en este tardío encuentro con la tortura nutricia
ninguno de ellos puede ser yo
ni siquiera este yo sin ninguna vocación terrícola
calcinado por la más paciente de las fatigas disponibles
               maldito por el sol
ni siquiera este yo que arranca mala hierba
a cuatro patas o quizá a catorce patas
sin hablar ya de nadie ni con nadie
que arranca mala hierba mala hierba
con las manos las uñas los ojos los pies la cabeza los dientes
sin hablar sin hablarse
sin saber si existe o no un surco vecino
ya no como una máquina de ademanes simétricos e impecables
sino como una sorda alimaña sin párpados
que simplemente arranca mala hierba.
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