Marina Córdoba

El terror a la soledad

Hubo un momento en el cual me convencí a mí misma de añorar desesperadamente cualquier tipo de compañía.
 
Ante cada rostro anónimo que emergiera, sediento, entre mis piernas
En la profunda angustia de trasnoches de añoranza
Repetía en el espejo aquel burdo ritual que sabía dar pie a la consecuencia de mi paranoico terror a la soledad,
Y a todo lo que éste acompaña
 
Una euforia desenfrenada gobernaba histéricamente el albedrío de los cuerpos
Hasta que su potencial vaciante se ahogaba, en un relámpago,
En un segundo mísero, abandonándose al vacío desértico del orgasmo
Y demarcando el término de la repetitiva jornada donde el gemido inaugural habría sabido suscitar un espectáculo de ficciones
Minuciosa, secuencial y metodológicamente estructuradas
 
De todo ello me consideraba, luego de un formidable período de práctica, una maestra doctoral en este arte,
El arte de simular,
De los quejidos agudos, coordinados rítmicamente en la penetración,
O las respiraciones agitadas, el tambaleo entorpecido por el vino, los pechos cubiertos de sudor centelleante
Hasta las exclamaciones de placer veneradoras del ego, los rastros sutiles de saliva sobre el otro cuerpo
Las suaves caricias de estremecimiento, los infrecuentes aunque probables golpes secos,
La gentilísima opresión en el cuello,
Las contracciones interiores que anuncian el éxtasis, el jadeo incesante tras su letal advenimiento – y la frialdad posterior,
Esencial, ya que sin ésta, su proceder hubiese sido calumniado como vaga ficción.
 
En la vorágine que sucedía aquel instante, donde mi manía se vería saciada,
Donde despertaría envuelta en un revoltijo de oníricas sábanas, entonces
Y sólo entonces, con un gesto de solemnidad ceremoniosa
Prendería un cigarrillo sentada en el borde de la cama.
 
Este acto, además de obsesivamente ensayado, invariablemente presidido por un amable ademán hacia mi acompañante
Sugiriéndole que se marche, cordialmente
Mientras atravieso las habitaciones descalza, a prender la hornalla para el café: perdón, es que esta mañana trabajo, anoche la pasé hermoso. Yo también, gracias. Nos vemos.
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