C a r a c a s
Herida en concreto
Hoy se pararon frente a mí dos vagabundos:
el secreto de las barbas expuesto entre las manos.
Exilian de sí eso que me entregan
nombro de nuevo el pan,
la costumbre de la lluvia
sombra y avenida.
Devuelvo cada rastrojo
último indicio de la cadencia
que me camina entre los dedos
si es que antes
era sólo lluvia.
Sin título
Esta ciudad anudada de laberintos a nuestros pies. Como si fuésemos nosotros
los que urdimos la metáfora de la tarde entre botellas que traslucen al sol.
De noche:
caminamos en susurros para no despertar a quienes nos acechan. Para ser más
rápidos que ellos y engullirlos: esta vez nosotros.
Sin título
Tensión en mis pies desnudos
cuerdas de sal anudadas a la orilla
vibrantes tras la estela de los perros.
.
hocicos rasguñados de tenazas
olfatean la marea.
.
Aún tengo un pulsar torpe al caminar
entre los dedos la huella de la espuma,
el rumor de ahogados de otro siglo.
.
Mi sangre no comprende lo bueno de la sal
si borbotea el minuetto,
la herida abierta.
.
Guardo un guijarro sonoro para los días
en que es necesario asistir a la tormenta.
C A S A
Patio en cenizas
Roe la migaja del aserrín
con dientes puntiagudos de polilla
de humedad.
Hace de nuestra casa
el sólido alimento de las aves
y su trino ensordecedor.
Circulan sobre lámparas
cosen sus nidos a la tela,
al espejismo bajo los pies.
Vale la pena mirar
sabernos presa del atentado.
Cocinar con el último fuego
presentido en la bocanada de humo.
La casa
El murmullo de los colibríes entre largos corredores
plantas que ni se inmutan con nuestra manía de engullir pétalos de
[cayena
o robar torpemente el néctar de flores diminutas,
es verdad
carecemos de toda gracia.
Intentamos movernos entre los frutos aún no maduros, sensibles al ritmo de
[nuestros pasos
a la sensación de rozar plantas adormideras
tenemos tacto de lluvia.
Al principio de la tarde despiertan animales nocturnos, dentro y fuera de la casa
afinan sus gargantas en el interior de algún mueble.
Umbral de humedad iluminado por cocuyos.
La pulpa
cocinándose
en la noche.
Comemos despacio los pequeños racimos
y guardamos las semillas en los pliegues de la lengua.
Cuando las llagas nos cuezan la boca,
estará el vino
el tiempo en que aprendíamos apenas a apretar entre los dientes la herida: una nueva cicatriz.
Hoguera
El día de la hoguera
mis papeles
trazaron la ruta del fuego.
Conocí el asalto de luz
el tránsito que consume las hebras, la madrugada.
Oí el crepitar de los calderos
mis improperios
arrojados,
hechos ceniza
humo que sube a donde revienta la lluvia.
Creí en el eco
como travesía:
volvían las palabras
con el primer amago de sol.
Como si no existiera quimera
lugar para dejar todas las lenguas.
Pájaros
...porque en el tiempo no es un pájaro
sino un rayo en la noche de su especie
Eugenio Montejo
Cada pájaro conoce
el pulsar de la hojarasca.
Su trino es el canto que despierta
la fruta
pulpa aún en el frenesí del fuego
herida en el pico.
Marca que surca el cielo frente a las plumas
como dijera algún día Montejo
y nos condena
a aguardar
como si fuera la única palabra
para decir pájaro:
un grito incandescente en la oscurana.
Remedios
La lluvia no da cuenta de su estirpe
años mirando caer
el peso de la inundación.
Los hombros abiertos al cielo
como si el hueso cesara la tormenta.
Remedios,
uñas en la tierra
humedad anunciada en el sexo
de su madre,
en el huerto ahogado de su abuela.
Eco presentido
de salpicadura en salpicadura.
Asciende de su estómago
un ritmo que serpentea
hacia el agua.
Lombriz guardada para cuando el sol.
Metro
La niña está reflejada en el espejo toda morisqueta
su madre le riñe
ojos arriba se mira
–a sídesprovista de los dientes,
las mejillas
los párpados
su rostro es también horror
cándido fragmento reblandecido
ahora preso entre manos
mínimas
que se abren.
A la herencia no le sobreviene el pudor.
Mi padre
Mi padre me enseñó sobre todo
a saber del fiel
indicio de la crueldad.
Que la paz de los hombres
no es más ancha y completa
si no le rompe la espalda a otros hombres.
Mi padre me sostuvo
hasta sacarme la espina del último silencio
si su voz no vibraba la mía no existiría.
Me anudó canciones
sobre el mar
sobre Alberto Lovera.
Mi padre pescó a la hora lunar
y devolvió al agua el pez pequeño
que yo saqué cuando creció.
Amor de clase media
El día que me quieras
y yo por fin tenga ánimos de amarte,
vendrán a mí todas las verdades de Perogrullo
que no dije si no hasta ahora.
Colgaré la cuenta con mi terapeuta para que no te haga más vudú.
Lavaré esta herida en el mar.
Si acaso no es el lugar más preciso,
lo haré entonces
en el lavabo.
(con la esperanza aún
–queridode que seas remolino de sangre mar adentro)
Para que se vaya todo
lo que alguna vez ardió
Que huyan de mí las figuritas bañadas de labial en la cartera
que no exista deidad más importante cuando me descalabre el ron
y
tendida
haga la mueca precisa
que hurgó en todos tus pliegues.
Así el rostro ya no soporte
tanto ruido de humedad escapándose
por la nariz, los ojos, la boca.
Así se me deshagan los remilgos
que durante tanto tiempo elaboré
cuidándome de ti.
Así no haya más remedio que
vomitarte desde el vientre
con toda esas escamas
clavadas en la lengua.
1
Hoy escuché
que mi cuerpo comenzaba a arder.
Más nítido en cada dedo.
El resplandor me cocía la lengua
con tantos dientes.
Caían los labios
una onda vertical de celebración
¿Alguna vez me soltó tan fuerte?
Yo nunca la mordí con saña.
Para quedarse dentro
entre sus restos
sus desperdicios.
Palabras lejos de mí, cuanto más boca
dichas en el léxico definitivo.
2
Lo importante no era el sol
arrojándonos su despiadado norte
ni el agua
más salada entre los dedos y el cabello
que en la lengua.
Lo importante era su ruido azul
nada que ver con el Caribe
sino con la sangre
bullente más allá del cielo.
Marcando su compás caliente
en la escritura
de nuestra biología.
3
Tuve un patio.
Sembrado de hojas secas y uvas podridas: la viña muerta.
Miraba arriba como quien espera un vendaval de espantos
recogía los limones, arrancaba con las uñas sus espinas: reto torpe, aguerrido, sanguinario.
Contaba las rejas y me imaginaba todo dispuesto para que yo lo descubriera
Lo esculcara
lo nombrara.
Creía mi voz eco de la cigarra
así
prevenía también yo la lluvia, inventando formas nuevas de anunciar tierra mojada.
Aguardaba en el fondo del jardín un secreto.
Encontrarme
como el fruto antes de nacer
anunciado en los helechos de mi abuela
en los libros de mi madre
en el hervor de un dulce de mamón
que me despertaría cada mediodía caluroso.
4
Anunciar el día
como quien sugiere porvenir
La grama brilla en un suspiro incandescente.
El pájaro anuda su canto a la especie
y así olvidamos su nombre
Dijimos pájaro
dijimos profunda ceremonia de plumas
dijimos cántaro de temblor manchado
y no fue suficiente
Hicimos una hoguera: trino de luz que canta hacia el cielo
y no fue suficiente
Rondamos la hora sin sombra fingiendo pico y garra.
Nada
Vibró en la rama el susurro de sus huesos
nos supimos sin voz
aguardando el eco de su partida.