Camino con mis perros,
la paz de las ausencias,
los perros que me faltan,
lo saben las estrellas,
me han dejado sin alma,
camino ya sin huella.
Camino por la acequia,
un hombre con un perro
al lado de una huerta.
Jirones en la yerba,
la arena está muy suelta,
el verano engulle
la yerma primavera.
El hombre y el perro
se asoman a la acequia,
yo me voy acercando,
una rama me sueña
y en mí va despertando
una intuición severa.
El hombre que no es hombre,
la rama no es rama,
aquí sólo el perro
es perro
un hocico le relame
el sentimiento.
El hombre que no es hombre
lanza
la rama que no es rama
y cae
al barro de la acequia
y hambrienta calla.
La acequia que no es acequia
sino boca seca,
sufre por la rama que no es rama
húmeda y dolorida
y yo sufro
por el hombre que no es hombre
y por la rama que no es rama
y por el mundo que no es mundo.
Sólo el perro
es quien dice ser
y es feliz.
© Maria Luisa Arenzana Magaña