Siete soles forman el solio del príncipe de los siete soles. Su cetro de oro es un haz de llamas

Se perdió en las vagas selvas de un ensueño, y sólo de espaldas la vi desde lejos... Como una caricia

El hada pequeñita de las piedras preciosas que vive en un coral busca al gnomo que habita la corteza rugosa

Ya galantes no más y delicados madrigales haré —para las flores y las mujeres—, sobrios de colores y vagamente estilizados. Pintaré la preciosa

Es noche. La inmensa palabra es silencio... Hay entre los árboles un grave misterio... El sonido duerme,

¡Qué bonita es la princesa! ¡Qué traviesa! ¡Qué bonita! ¡La princesa pequeñita de los cuadros de Watteau!

¡Qué tristes almas en pena son las viejas alegrías... Y qué fantasmas de días las noches de luna llena!... ¡Qué lamentable cadena

«Hijo, para descansar, es necesario dormir, no pensar, no sentir, no soñar...»

La hora cárdena... La tarde los velos se va quitando... El velo de oro..., el de plata. La hora cárdena... «Aún es temprano».

Ya están ambos a diestra del Padr… los dos santos varones, el chantre… el Grant Santo Domingo de Silos… y el Maestre Gonzalo de Berceo no… Yo veo al Santo como en la sabida…