Manuel González Prada

Le tour du propietaire

Con sus enormes botas impermeables
 
   Y su vestido kaki de una tela fina,
 
      Con su paraguas en la mano
 
      Y su panamá—hat en la cabeza,
 
  Inspecciona el señor burgués sus propiedades,
 
      Sus propiedades rústicas y urbanas.
 
 
 
           Alegre y satisfecho,
 
    En plena digestión del chocolate,
 
  Del butiroso y vigorante soconusco,
 
      Deja el confort del nido
 
    Y al aire libre se aventura,
 
  A tiempo que el demonio tentador del medio día
 
      Pecaminosos rayos
 
      Dispara contra el mundo.
 
 
 
          Nunca más alegría derramó la Primavera,
 
  Nunca más aromas, nunca más resplandores;
 
      Al firmamento en llamas,
 
      La tierra en flor sonrío.
 
    Nada escucha el burgués: en vano
 
  La canción de la tórtola desmaya en la espesura,
 
 
 
  Lamentando las vidas sin amor ni Primavera;
 
  O el rumor de las alas repercute a la distancia,
 
  Como el diálogo nupcial de la Tierra con el cielo.
 
      Nada huele el burgués: en vano
 
  Trasciende como un bálsamo salubre y confortante
 
      La resinosa emanación del pino,
 
  O pasa como suave llamamiento al goce
 
      El lujurioso vaho de la selva.
 
 
 
      Nada mira el burgués, en vano
 
      El sauce babilonio se estremece
 
        A la sonora caricia del río;
 
  O blanca nube se desliza por el viento,
 
  Como la eterna desposada de un esposo que no viene;
 
  O vuelan a su lado mariposas,
 
      Mariposas teñidas
 
  Con el dorado polen de la cándida azucena.
 
 
 
      Naturaleza en vano
 
  Almibaras tu almíbar, hermoseas tu hermosura,
 
  Y, como regio don, ofreces a los hombres
 
      Tu desnudez olímpica y gloriosa.
 
 
 
  El burgués, el binario de Harpagón y de Tartufo,
 
  No te comprende a tí, la madre sin hipócritas remilgos;
 
      A tí, la pródiga divina;
 
      A tí, la gran pagana.
 
      Meditando, calculando
 
      El alza y baja de los fondos,
 
  El gran señor no mira, no huele ni escucha,
 
      Que luz, amor, belleza y poesía
 
  Nunca fueron productos cotizables en la bolsa.
 
 
 
  Despide chispas y regaña al hortelano,
 
      Si en los surcos de berzas y lechugas
 
      Distingue rosas;
 
  Más congratula al jardinero, suelta un ¡oh! de regocijo,
 
  Si en las antiguas platabandas de amapolas y claveles
 
      Divisa coles.

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