Luisa Pérez de Zambrana

La estrella de la tarde

Dulce, vaga, temblorosa
y en el misterio velada,
es una pupila hermosa
que al mundo mira piadosa
de lágrimas arrasada.
 
Y el brillo puro y templado
que exhala, en vaga inquietud,
es triste como el pasado,
como el recuerdo sagrado,
casto como la virtud.
 
Y no su disco retrata
en los espejos del río,
ni sus cendales desata
con ondulación de plata
de luz bañando el vacío.
 
Sino en chispas tembladoras
lanza tímidas y vivas
partículas brilladoras,
gotas de oro osciladoras
por el aire fugitivas.
 
Y si un momento rutila
brillante allá en el espacio,
y en blancas hebras destila
risueña, dulce y tranquila
la suave luz del topacio,
 
de repente palidece,
y de occidente en los mares
casi apagada se mece,
como aquel que se adormece
por olvidar sus pesares.
 
Entonces en llanto deshecho
y más que nunca sombrío,
siente agitado mi pecho
que va al corazón derecho
su rayo pálido y frío.
 
Pues me revela callada
algo que yo no adivino
de una memoria sagrada,
de una ilusión adorada
o de un recuerdo divino.
 
¡Reina de la tarde quieta,
ceñida de rayos de oro!
brinda paz a mi alma inquieta,
y estas lágrimas sujeta
que supersticiosa lloro.
 
¿Quién eres, estrella hermosa,
que dulcemente me miras,
sonriéndome cariñosa
y entre vaga y misteriosa
tristeza y placer me inspiras?
 
¿Qué unión de dolor y encanto
tiene tu casta hermosura,
que al verla padezco tanto,
y siento correr el llanto,
llena el alma de dulzura?
 
¿Por qué de súbito siento,
hecho el corazón pedazos,
profundo, vivo tormento,
y me arrastra el sentimiento
luego a tenderte los brazos?
 
¿Por qué tu círculo vano
contemplo tan fijamente.
como buscando un arcano,
con la mejilla en la mano
y un pensamiento en la frente?
 
Un pensamiento que adoro
eterno, constante, cierto,
un sueño con alas de oro,
un bien que perdido lloro,
un recuerdo nunca muerto,
 
Ensueño, bien y memoria
que adoro como a mi madre,
flor arrancada a mi historia
cuya esencia está en la gloria...
¡y es el alma de mi padre!
 
¡Urna de mi llanto! sella
tu melancólico broche:
¡es él la pálida estrella
que brilla trémula y bella
en las puertas de la noche!
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