Cuando canta en la enramada
mi buen gallo canagüey
y se cuela en el batey
el frío de la madrugada;
cuando la mansa bueyada
se despierta en el corral,
y los becerros berrear
se oyen debajo del rancho,
y la hija del viejo Pancho
va las vacas a ordeñar
entonces viene a mi hamaca
un olor como de selva
que no sé si esta en la yerba
o en las crines de las jacas
o en las ubres de las vacas
o en el estiércol del rancho
todo tiene un hondo y ancho
olor a felicidad;
y ese olor quien me lo da
es la hija del viejo Pancho.