luis barreda

Plusvalía con Rima y Verdad

La Plusvalía con Rima y Verdad
 
En la fábrica o la oficina,
el sudor de tu frente brilla,
pero al final de la jornada
se esfuma parte de tu brillo.
Ese robo fino y elegante
no lo ves tras la pantalla,
lo llaman “plusvalía” los sabios,
es la herida que no sangra.
 
El patrón no suda ni corta,
pero cuenta el billete ajeno,
te dice: “Es el precio del riesgo”,
y en su boca suena a truco viejo.
Tú das horas, das años, das vida,
él se lleva la tajada fina,
y si protestas, te repiten:
“Es la ley de la economía”.
 
La casa que sueñas construir
la tiene un banco en su cofre,
te la alquilan con sonrisa de actor
y te atan a treinta años de dolor.
¿Desde cuándo un techo es lujo?
¿Desde cuándo el fruto del esfuerzo
se lo traga un vampiro con corbata
que ni sabe dónde está la almohada?
 
Los precios de la leche y el pan
los pactan en reunión clandestina,
mientras venden “amor al cliente”
y esconden el puño tras la sonrisa.
Te dicen: “Es el mercado libre”,
pero es jaula de hierro invisible,
donde el pez grande come al chico
y a ti te venden el mismo truco.
 
Trabajas cuarenta años sin parar,
y al final, ¿qué puedes guardar?
Un salario que el alza devora,
mientras el jefe compra otra mansión de aurora.
No es envidia, es matemática pura:
si tu valor llena diez bolsas,
siete se las lleva el de corbata,
y a ti te dan migas de plata.
 
¿Y el Estado? Hace teatro,
multa con mano de seda,
pero abre puertas a los lobos
que visten traje y hablan de código.
Protegen al que tiene el oro,
no al que siembra, al que trabaja,
y si reclamas, te tildan de loco,
“¡Resentido!”, gritan en el coro.
 
Nos vendieron que el millonario
subió al cielo por su esfuerzo diario,
pero su riqueza es bosque ajeno:
raíces de otros, frutos de sueños.
No crea, no siembra, no inventa,
solo compra, vende y aumenta,
y al que nace sin herencia dorada
le repiten: “Es tu culpa, fracasada”.
 
La salud, el techo, el pan,
ahora son fichas de un casino,
si no tienes para apostar,
el sistema te dice: “Camina, hermano”.
¿Y la vida? Puro alquiler,
hasta el aire quieren vender,
mientras los dueños del tablero
juegan con tu reloj entero.
 
Pero hay algo que no calculan:
que el pueblo cuando despierta
no pide limosna ni migas,
sino el fuego que quita telarañas.
Si la plusvalía es robo disfrazado,
la unión es el antídoto sagrado,
organizar, plantar bandera,
y exigir lo justo: ¡Toda la huelga!
 
No es odio al que tiene más,
es hambre de dignidad,
que el fruto del propio esfuerzo
no se lo lleve un buitre del negocio.
Que trabajar no sea una condena,
ni vivir, una cadena eterna.
La plusvalía tiene dueño,
pero el futuro... ese es nuestro sueño.
 
¿Y si un día las cuentas claras
no las llevan solo las arcas,
sino el niño, el panadero,
el obrero, el jardinero?
Quizás el mundo que nos pintan
no es ley ni destino escrito,
sino un robo consentido...
¡Y lo que se acepta, se puede romper con gritos!
 
—Luis Barreda/LAB

Autres oeuvres par luis barreda...



Haut