La Esencia Verdadera
Una mujer no es pintura en su piel,
ni la curva que el mundo quiere ver,
no es el tono que el pelo le dio,
ni la fama que el viento se llevó.
No es un número, un trofeo o un juego,
ni la lista de amores que tuvo,
no es el daño que alguno gritó,
pues su valor mucho más profundo es.
Es la magia que nace al bailar,
cuando mueve los pies sin parar,
es el ritmo que lleva en la sangre,
el compás que la vida le cante.
Es el verso que nunca acabó,
en papeles que el tiempo guardó,
es la historia que sueña escribir,
el susurro que hace suspirar.
Es la chispa que brilla al mirar,
un refugio, un hogar, un lugar.
Es la calma después del temblor,
la certeza que nace del amor.
Es el libro que lleva en el alma,
con sus páginas llenas de calma,
o de tormentas que supo vencer,
de secretos que sabe tener.
Es la risa que alegra el jardín,
como un canto de dulce violín,
es la luz que disipa la niebla,
la promesa que siempre se entrega.
Es el modo de estar en el mundo,
sin temores, con paso seguro.
Es la fuerza que nace de adentro,
el milagro constante y sincero.
No se mide en centímetros o modas,
ni en conquistas pasajeras y locas.
Es el alma que vibra y respira,
la pasión que no pide mentira.
Es el fuego que nunca se apaga,
la ternura que el cansancio aplaca.
Es el modo de existir, simplemente,
libre, única, fuerte y valiente.
Esencia pura, sin más que añadir,
el gran arte de ser y de vivir.
—Luis Barreda/LAB