Dónde andará mi muerte,
sobre qué mármol me esperará
con la copa de cianuro
que habrá de llevarme inevitablemente
hasta la libertad.
Mi anhelo es ser gaviota
o pececito rojo con su patria
de estanque.
La única liberación en vida
la consigo escribiendo;
sépase que apenas puedo rozarle
pues no soy pececito ni gaviota,
soy un triste poeta sin lenguaje.
Tampoco se no sentir, no amar,
no expresar,
y todo eso me sigue atando a un poema,
no éste, ésta pequeña suciedad
que buscaba una respuesta a la muerte;
ya ven que no hice más
que hablar sobre mí persona
y sus congojas.
Fui desplazando a la muerte,
quizá por temor
o por no saberme capaz de una respuesta,
como los recuerdos a los que voy
aplazando su escritura
por miedo a estropearlos.
Siempre me supe indiferente al destino,
soy una flor más en el jardín,
nada de especial tienen las huellas
que iré dejando a mi paso.
Volviendo al cianuro
y a las gaviotas
tendré que pedir perdón
por las divagaciones sin llegar a nada,
por manifestar tímidamente un grito
de guerra,
ya les dije que este no es Él poema;
un día lo escribiré
y me habrán de ver gritar
que he de vivir mi muerte.